Minara y el Orbe

martes, 25 de septiembre de 2012


Este relato lo presente al concurso que organizó Plumas de Ayer y aunque no resultó ganador me hizo ilusión participar.  Espero que os guste.


Galopaba veloz cómo el viento. Deseaba llegar cuanto antes, quería asegurarse de que nadie la seguía pero no podía. No había tiempo por no decir que tampoco tenía el suficiente valor para mirar atrás. Debía llegar al templo antes de que ellos la alcanzasen y antes de que el eclipse fuera total. Poco a poco la luz iba desapareciendo. El caballo debía ir agotado pero tenía que llegar y sabía que le quedaba apenas una hora antes que la puerta del templo se cerrase hasta un milenio más tarde. El templo se abría una vez cada milenio y se cerraba  durante el primer eclipse total que hubiese después de que sus puertas se abriesen. Había estado abierto un año y ellos, los malvados  jinetes de la oscuridad y sus feroces mascotas había logrado robar la más preciada reliquia del templo. El Orbe del Destino. Ella, Minara, una simple guerrera por no decir novata junto con las demás guerreras se habían adentrado en las tierras de la Oscuridad para derrotar al mal o por lo menos recuperar el Orbe y devolverlo al templo antes de que este se cerrase. Una lágrima rodó por su mejilla. En esas tierras habían combatido muchas de sus compañeras y muy pocas salieron de allí con el Orbe. Aunque la misión todavía no había estado acabada. Los jinetes las perseguían y sus mascotas acabaron con la mayoría de las supervivientes. Sólo cuatro de ellas habían sobrevivido y Minara no se explicaba cómo lo había logrado. Las otras tres que eran más expertas en la lucha les cortaron el paso a los jinetes y a las bestias usando el último poder que una guerrera de esas tierras puede recurrir. La llama de la vida. Usaron sus propias vidas, alentando antes a Minara que protegiera y escondiera el Orbe, para crear una barrera que aunque no los retendría si los distraería. Ella era la última de aquellas guerreras que en un tiempo protegían los lugares sagrados del mundo sin que nadie se percatase de que existían. Las lágrimas caían por sus mejillas sin que ella no se diese cuenta. El caballo se paro en un claro y ella bajo rápido de su montura. Miró mejor el claro y pronuncio la palabra que le habían indicado las tres guerreras antes de morir. 
-Aperi te ad templum meum millennium quod thesaurus vester ero reverto –Las pronuncio tal y cómo se las habían recitado.
De repente el viento agitó sus cabellos dorados. Ante ella se abrieron las puertas de un templo antes invisible a ojos ajenos. Entro mirando al cielo y contemplando La luna casi sobre el sol. Debían de faltar minutos. Subío con rapidez al segundo piso y se detuvo ante el altar en el que faltaba el orbe.
-Tu tesoro te ha sido devuelto Gran Espiritu. –dijo Minara dejando el Orbe en su sagrado lugar.
-Gracias por devolver la reliquia. –atrono una voz y se sobresaltó.
-¿Gran Espíritu? –dijo ella con el miedo en el cuerpo.
-No tengas miedo por que estas a salvo. –dijo la voz.
-Yo estoy a salvo pero mis hermanas guerreras han muerto.
-Han muerto para que el Orbe no cayese en las manos equivocadas si hubiera asi habría muerto el mundo entero. –Minara se estaba relajando y pensó con detenimiento sus palabras.
-El Orbe esta en su lugar. Saldré ahí fuera y les plantaré cara. Soy la última, estoy sola y no tengo nada, absolutamente nada que perder más. –Dijo Minara dirigiéndose hacia la puerta y preparando su arco mágico.
-Aunque mueras hoy tu espíritu protegerá para siempre el templo. –dijo el Gran Espíritu mientras su voz se apagaba en la lejanía.
Minara se quedo confusa pero se encogió de hombros y salió del templo decidida a pelear. A l salir los distinguió en la oscuridad que estaba provocando el eclipse.
-Devuélvenos el Orbe y te perdonaremos la vida. –dijo uno de los siniestros jinetes a los que envolvía una espesa niebla negra.
-Jamás. Las demás guerreras no han dado la vida para que ahora yo os entregue el Orbe. –dijo tensando el arco y pensando en llamas. La flecha salió despedida hacia uno de los jinetes y enseguida prendió fuego. Sin embargo no le afecto.
Se oyó un ruido y todos miraron al templo. Las puertas se estaban cerrando porque el eclipse estaba a punto de ser total.
-Demasiado tarde. –Dijo Minara mirándoles. Acto seguido noto que le clavaban una espada en el corazón.
-Te lo advertimos jovencita. –dijo el jinete a su lado. Ella solo vio unos ojos rojos antes de morir. – Nosotros somos inmortales y tarde o temprano el templo volverá a abrirse. Para entonces las guerreras ya no existirán y los tontos humanos no nos podrán parar. –añadió dirigiéndose al pálido cadáver de la joven.
La puerta del templo se cerró mientras el jinete volvía a su montura. Se dieron la vuelta y la luna cubrió por completo al sol provocando una absoluta oscuridad. De repente se oyó un siseó.
-Os espero dentro de un milenio. –los jinetes se dieron la vuelta y vieron una figura fantasmal. Miraron al cadáver sin vida y se percataron de que era la misma persona. Sólo que ahora la que les había dirigido la palabra era un aura blanca y pura y con poderes del Inframundo.
-No puede ser… -dijo el jinete que le había arrebatado la vida. Todos desaparecieron galopando por el bosque seguidos de sus mascotas monstruosas, todos menos ese jinete.
-Corred porque cuando volváis no podréis arrebatarme el Orbe y si lo conseguís os juró que la tragedia os perseguirá a vosotros por primera vez en milenios. Aunque no haya  guerreras en el mundo habrá humanos que os puedan detener. Os lo juró. –dijo el fantasma de Minara al jinete mientras asustaba a su caballo que salió galopando con su jinete aterrado pero con ansias de venganza.
Así durante milenios el espíritu de Minara protegió el templo y durante milenios los malvados jinetes intentaban hacerse con el Orbe de nuevo. Pero el poder de Minara disminuía con lentitud y el de los jinetes crecía. Llegaría el día en que lograran hacerse con el Orbe pero sin embargo Minara había establecido una profecía. Algunos humanos serían capaces de vencerlos pero ellos no sabían cómo. Pero todavía Minara nos protege de ellos y su historia se ha transformado en la leyenda de la última bellator, cómo llamamos en el mundo de la magia a las guerreras antiguas, que dio su vida y sacrificó su espíritu para que reinase la paz.

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